Una carta en un bar. Relato corto número dos. Alba Amador.
Miré por la ventana del autobús, entrecerrando los ojos para intentar que mi visión fuese mejor. El resultado fue penoso. Pegué la frente al cristal y un escalofrío me recorrió el cuerpo al contacto con el frío. Puse las manos alrededor de mis ojos, para apartar la poca luz que venía de la única bombilla encendida en la parte delantera del autobús. Entonces, pude divisar una carretera oscura y campo, mucho campo. Algunos árboles a lo lejos —o lo que creí que eran árboles, porque realmente no se veía casi nada— y muchas estrellas en el cielo. Gracias a que había luna nueva y a que no había ni una sola farola en el exterior, al menos no aún —esperaba que al llegar a la zona residencial la cosa cambiara—, las estrellas eran completamente visibles. Divisé a la Osa Mayor. Busque a la Osa Menor y, con un poco más de dificultad, la encontré. Luego vi a Casiopea. Las demás no pude diferenciarlas. Deseé que la luz de la zona delantera se apagara para ver si así la visión del exterior era m