AMOR PROPIO EN RETROSPECTIVA. Por Alba Amador.

Hace tiempo que descubrí que quererse y valorarse a una misma es satisfactorio y liberador. No soy la persona con la autoestima más alta del mundo ni me quiero al cien por cien, veinticuatro horas al día y todos los días del año; pero me quiero y, lo que es más importante, me valoro.

Aprender a diferenciar entre lo que recibo y lo que merezco ha sido quizás la parte más difícil. Ahora miro atrás y me doy de collejas a mí misma por no haber sabido darme cuenta de que no todo el que te dice que te quiere realmente lo hace. ¡Sorpresa!

Cuando primeramente interioricé todo esto del amor propio y observé en mis recuerdos cómo me sentía alrededor de personas que consideraba las más cercanas, analicé algunos comentarios y comportamientos, sentí rabia. ¿Por qué me había dejado tratar así? Todo estaba camuflado de amor y amistad, y qué bien camuflado estaba. Pero en el fondo, me estaba desgastando, me estaba asfixiando en un tira y afloja que me parecía inevitable y del que no podía salir. Me debatía entre el "me voy" y el "me quedo" porque me parecía que lo bueno compensaba lo malo si me quedaba y que el dolor de la pérdida sería irremediable si me iba.

Ahora, cuando pienso en todo eso, ya no me invade la rabia. Creo que es indiferencia lo que siento. Quizás algo de rencor hacia esas personas y hacia cómo yo misma no me daba cuenta de eso, pero me repito una y otra vez que no fue culpa mía. Ahora me he dado cuenta de que en ese tira y afloja no era yo la que tiraba y aflojaba. Más bien, yo era la cuerda que agarraban unas manos a cada extremo y con la que jugaban a "puede que sí" y "puede que no". Ahora soy consciente de que irse fue la mejor opción, porque a veces hay que buscar una respuesta que tenga un resultado positivo a largo plazo. De hecho, creo que siempre hay que buscar eso —al menos, esa es la experiencia que yo tengo—.

Mirándolo en retrospectiva, saqué algo positivo de todo aquello. He aprendido lo que es el amor propio. Aún estoy trabajando en ello —y me queda mucho por trabajar, de hecho—, pero sé que hay una gran diferencia entre quererse y valorarse y que sólo cuando ambas van de la mano una se siente en balance. 

No, el amor propio no es estar conforme con todo de una misma todo el tiempo. No es darse caprichos "porque yo me lo merezco" u obligarse a querer todo de una misma. Creo, y lo hago con una firmeza que realmente me abruma, que esto se aleja completamente del amor propio. 

El amor propio es un balance entre quererse y valorarse. Es aceptar que no me gusta algo de mí en lugar de obligarme a mí misma a amarlo y destruirme en el proceso. Es saber qué puedo cambiar y qué no y, sobre todo, intentarlo. También es saber cuáles son mis límites. No está mal aceptar que una tiene límites. Yo los tengo y tú los tienes, y no es algo discutible. Pero cuando conozco mis límites, puedo saber hasta donde llegar e incluso intentar superarlos.

El amor propio es, para mí, mirar atrás y descubrir que ya no siento odio o rabia hacia las personas que en algún momento tiraron de mí como si fuera una cuerda incluso cuando yo no me daba cuenta. Es más bien sentir orgullo por haber salido de ahí y saber que he aprendido lo suficiente como para no dejar que tiren de mí nunca más.


Texto por Alba Amador.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reseña: TARDES DE OTOÑO, de Joana Marcús. Por Alba Amador.

CONVERSACIÓN SOBRE ARTE: MATISSE Y WESSELMANN. Por Alba Amador.

Diario de una chica celíaca, vegetariana y en recuperación de TCA.