Reseña: MARTES CON MI VIEJO PROFESOR, de Mitch Albom. Por Alba Amador.

Título: MARTES CON MI VIEJO PROFESOR
Título original: Tuesdays with Morrie
Autor: Mitch Albom (Mitchell David Albom)
Edición: MAEVA EDICIONES
Páginas: 215
Reseña por: Alba Amador





MORRIE SCHWARTZ
El viejo Profesor




MARTES CON MI VIEJO PROFESOR
MITCH ALBOM

    No puedo evitar que se me vengan a la mente The Beatles cuando pienso en este libro. Me imagino a Morrie sentado en su sillón, escuchando Let it be y moviendo casi imperceptiblemente la mano para marcar el ritmo porque eso es lo más cercano que puede estar de volver a bailar. Esta relación música-libro no la hago porque The Beatles aparezcan mencionados en Martes con mi viejo profesor —ni siquiera sé si a Morrie le gustaban, sino porque creo que este tan conocido grupo tiene las mismas vibraciones que el viejo profesor. Creo que sólo eso ya es un motivo para leer el libro (siendo poco objetiva aquí).

    La primera vez que leí Martes con mi viejo profesor (hace nosecuantos años), recuerdo que me impactó, no sé si para bien o para mal, simplemente me impactó. Nunca había leído nada parecido. De hecho, el único libro que había leído sobre la muerte era Bajo la misma estrella, de John Green, y aunque es uno de mis libros favoritos y lo he leído unas tres o cuatro veces, al tener un punto de vista más juvenil, no alcanza el mismo nivel de madurez de Mitch Albom. O quizás sí, pero está muy disfrazado y, además, es un libro mucho más triste y romantizado. Pero Mitch Albom aborda el tema de la vida y la muerte desde un punto mucho más directo, conciso y consciente: Morrie sabe que se está muriendo y, aunque le entristece, lo acepta, lo afronta y busca el mejor motivo para vivir, aunque sea paradójico.

    Pero creo que lo más impactante es acabar el libro, leer la Conclusión y entrar en estado de shock al descubrir que Morrie Schwartz realmente existió y que todo lo narrado es completamente real (no sé si se podría considerar biográfico, pero más o menos sí, para que me entiendas). Nuestro narrador se llama Mitch, como el autor, porque es el autor. Nuestro protagonista se llama Morrie (para mí, él es el protagonista), igual que el profesor del autor, porque es el profesor. Y saber que absolutamente todo es real es sencillamente conmovedor y enriquecedor. Así que ya, desde aquí, desde el principio e introducción de esta reseña, te digo que leas el libro, que merece la pena, e incluso te digo que pares aquí, que no continúes la reseña y que vayas a comprar este maravilloso y emotivo libro y lo leas. Te aseguro que la experiencia es mucho más exultante cuando no sabes con lo que te vas a encontrar.

    Pero bueno, yo igualmente voy a hacer esto que, ciertamente, tiene un gran punto de error. Reseñar este libro es sencillamente imposible, porque para hablar debidamente de él tendría que destriparlo por completo, incluir pasajes del mismo y hablar con pelos y señales de absolutamente todo. Obviamente, esto no es una opción viable, por lo que voy a limitarme a describir las cuestiones principales y a intentar convencerte, lector, de que debes —tienes que— leer este libro.


Sinopsis

    Una vez dicho esto, es hora de introducirse debidamente en el libro con el argumento. No tiene una trama compleja, ya que este libro funciona más por el contenido, los temas que se tratan y cómo éstos se introducen no sólo en los personajes sino en el mismo lector.

    Un día, por pura casualidad, Mitch Albom ve un programa de televisión en el que sale su viejo profesor, Morrie, y suceden dos cosas: después de dieciséis años sin saber nada de él, se entera de que está muriéndose por la ELA y decide visitarlo. A partir de aquí, se desarrollan una serie de encuentros que suceden única y exclusivamente los martes y en cada cual se trata uno o varios temas diferentes, todos ellos relacionado con la vida, la muerte y el ser humano y sus relaciones. Estos encuentros duran hasta los últimos momentos con vida de Morrie y son para éste sus últimas clases impartidas como profesor. Mientras todo esto se sucede, se intercalan momentos del pasado que compartieron estos dos personajes, momentos que ayudan al lector al situarse y a comprender la historia con mayor exactitud.


Personajes


MORRIE SCHWARTZ Y MITCH ALBOM
El Entrenador y el Jugador.


    En Martes con mi viejo profesor aparecen dos personajes fundamentales, Mitch y Morrie, los cuales acaparan todo el protagonismo. Muchos otros personajes son mencionados e incluso interactúan con estos dos, pero sólo son la compañía necesaria para contar la historia de Morrie y la relación entre ambos. Esta última había quedado en pausa durante años, pero se restablece en cuanto vuelven a verse. Cada uno de ellos va a representar un papel fundamental, sabiendo influenciarse mutuamente y ser el uno para el otro todo lo que necesitan: Morrie ejerce su papel como profesor de Mitch por última vez, ayudándole a entender los grandes misterios y cuestiones de la vida, y éste último le da al primero la compañía y el amor que tanto añora. Una amistad y un amor en dos direcciones, complementado y recíproco: un entrenador y un jugador, como ellos mismos se identifican.

    Mitch tiene su vida completamente solucionada: es periodista deportivo, está casado y tiene una buena situación económica. Pero conforme se van sucediendo sus encuentros con Morrie, va descubriendo que, en realidad, no está conforme con su vida. Ha estado dejándose llevar por las masas, creyendo que es el gran centro del mundo o que, al menos, forma parte importante del mismo. Se ha sumergido en los éxitos pensando que gracias a estos lo controlaría todo y ha vivido obsesionado con la felicidad, algo que ha resultado ser totalmente contraproducente. 

    Es un personaje aparentemente simple, arquetípico, pero tiene una evolución constante que lo aleja de esto. Su arco es tan obvio y visible que acaba siendo limpio y conciso. Tiene un antes, un durante y un después completamente diferenciables y está desarrollado con un nivel de detalle que resulta hasta intimidante. Desde el primer momento, el lector siente la necesidad de no coincidir con sus ideas o con su manera de ver el mundo, pero al final resulta inevitable que, aun sin estar de acuerdo con él, se desarrolle un vínculo entre Mitch y el lector que le permite a este último entrar en su mente y llegar a entenderlo, llegar a verlo todo desde su punto de vista.

    Es ciertamente enriquecedor observar la historia de Morrie desde los ojos de su alumno, ver cómo este hombre que parece estar perdiéndolo todo se muestra tan feliz como aquel que lo está ganando todo. La actitud resentida para con el mundo por parte del jugador, que tiene toda la vida por delante, frente a la actitud emotiva y alegre del entrenador, que por el contrario ya tiene toda la vida por detrás, produce conmoción, interés, admiración y un sinfín de emociones indescriptibles.

    Porque sí, Morrie está a puntísimo de morir y, aún así, tiene más ganas de vivir que Mitch. Morrie es la clase de persona por la que uno desarrolla una ternura incondicional. Mientras leía el libro, pensaba: "Yo quiero ser Mitch, quiero pasar horas sentada junto a Morrie mientras él habla de todo, quiero escucharlo sin cansarme y también darle muchos abrazos".

    Pese a tener ELA y faltarle muy poco tiempo, está muy dispuesto a poner todos sus asuntos en orden. Se ha dado cuenta de todo lo que no había apreciado antes, por saberse vivo, y se niega a deprimirse. Mitch lo describe como un "pararrayos de ideas", como una persona que parece mucho más viva que las que realmente lo están. Quiere aceptar y aprender, pasar tiempo con la gente que le importa y reír, pensar y sentir. De hecho, casi parece olvidarse del hecho de estar muriéndose, pese a que todos se lo recuerdan continuamente, y presta más atención a nimiedades como que, en algún momento, alguien tendrá que limpiarle el culo, literalmente.

    Morrie, frente a Mitch, es un personaje hacia el que el lector desarrolla un cariño inmediato. Se podría decir que no tiene arco, ya que desde un primer momento se ve cómo es y cómo va a ser, siempre igual. Desde el comienzo se mantiene fiel a sus principios y a sus decisiones y no sufre ningún cambio o desarrollo a lo largo de la historia, sino que más bien es el motivo principal que afecta al desarrollo de Mitch. No obstante, esto no lo hace menos interesante. De hecho, para mí ha resultado ser mucho más complejo. El lector se queda al final con unas ganas supinas de saber más sobre él, de querer descubrir cada detalle de su vida para poder comprender todo lo que lo llevó a ser como es. Desde luego, tiene un gran hueco dedicado sólo a él en mi corazón, porque para mí también ha sido un profesor.


Opinión sobre la trama y la narración —y sobre más cosas que no sé cómo catalogar porque este libro es muy complejo y no existe manera sensata de abarcarlo sin narrarlo por completo, desde la primera palabra hasta la última—.

    Estas son las grandes lecciones en las que se estructura el libro —aunque dentro de cada una hay muchas más—:

    — El mundo.

    — El sentimiento de lástima por uno mismo.

    — Los arrepentimientos.

    — La muerte.

    — La familia.

    — Las emociones.

    — El miedo a la vejez.

    — El dinero.

    — Cómo perdura el amor.

    — El matrimonio.

    — Nuestra cultura.

    — El perdón.

    — El día perfecto.

    — Decir adiós.


    Martes con mi viejo profesor tiene una estructura cuanto menos peculiar. Cada capítulo, por así llamarlos, tiene un título que va a relacionarse directamente con el contenido del mismo y con el título y el contenido de otro. Algunos de ellos, hace referencia a cada martes, es decir, a cada encuentro entre el entrenador y el jugador. Algunos otros, narran desde fuera aspectos diarios de la vida de Morrie, sin estar Mitch presente en esos momentos. Otros, retroceden al pasado, cuando Mitch aún estudiaba y Morrie estaba sano y joven.

    Se plantea como una auténtica asignatura, el Sentido de la Vida. Se da los martes y, en total, hay catorces días de clase. Así pues, hay un plan de estudios, un programa de la asignatura, un alumno, un profesor y una graduación. En resumen: está todo pensado, no se escapa ni un detalle, y esto me parece sencillamente fascinante.

    Mitch Albom tiene un modo muy cercano de escribir. Su narración, con un lenguaje sencillo e incluso cómico a veces, con un toque poético allá donde es necesario, no es la que cabría esperar de un libro que trata tales cuestiones filosóficas. Pero esto sólo aporta más encanto a ese contraste continuo entre los personajes, que es complementado con esta misma contradicción.

    Porque sí, este es un libro de culto, pero de un culto cercano, de un culto que te grita: "¡Eh! Tú también puedes leerme y entenderme. Tú también puedes aprender de mí". Pero junto a esto, es un libro de humildad, de lo humano en todo su máximo esplendor. Para mí, este libro es todo lo que debería ser un ser humano, una persona.

    La historia es sencillamente conmovedora, deslumbrante y real. Una vez acabada, sólo pude pensar que todo el mundo debía leerla. Embarcarse en la travesía que es Martes con mi viejo profesor supone prepararse para reír, llorar, sentir y pensar, es aceptar que todos somos un uno y a la vez un todos, individuales pero también colectivos. La historia es una lección de vida.

    En cuanto a la trama, es atrapante de un modo muy diferente a un thriller o una novela romántica. No te deja en ascuas, sino que consigue convencerte para que sigas leyendo porque, en realidad, lo necesitas. Las palabras, las páginas de este libro, te convencen, lector, de que quieres avanzar porque tienes verdadero interés por saber más, por seguir aprendiendo y entendiendo, por seguir quitándole capas a la cebolla hasta llegar al mismísimo centro de la existencia. Y lo hace, como ya he comentado, con un lenguaje sencillo y directo. De hecho, a veces es tan simple que no llega a adentrarse al cien por cien en los muchos temas que trata. Los menciona casi por encima, dejando clara la postura de los personajes y pasando al siguiente, como si fueran cuestiones indiscutibles, tan seguras, tan claras y coherentes que no merecen ser destripadas, sino simplemente admiradas.


Conclusión

    En definitiva, Mitch Albom ha creado un auténtico manual de vida con este libro. Ha conseguido que la muerte provoque mucho más que simple pena y que sea instructiva, y lo ha hecho desde su propia experiencia. Martes con mi viejo profesor lo he leído ya dos veces y tengo muy claro que necesito leerlo, al menos, una vez más para terminar de interiorizar sus lecciones, que van como puñales sanadores directos al corazón y a la mente (en serio, te tocan hasta en lo más profundo). Es un libro para los que quieren —o necesitan— amar la vida, aprender a vivirla y a desarrollarse dentro de la misma. Es un libro para sentirse un poquito diferente, para recibir bofetadas y caricias de realidad y también para entretenerse, porque además de una lección de vida, es un soplo de aire fresco, una lectura amena y enriquecedora.


    Yo, personalmente, lo recomiendo. Muchísimo.

    ¿Tú lo has leído? ¿Qué te ha parecido?



Reseña por Alba Amador.

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